Hace unos días me subí en una
camioneta en el Trébol para regresar de la capital a Antigua. Como siempre, en
el camino, por unos cuantos minutos se suben personas que están vendiendo o
pidiendo dinero. Aunque las formas en que hablan son similares, siempre hay detalles
de historias que son diferentes, dejándome impresiones de las situaciones que
se dan en estos breves minutos de interacción. Muchos de los que se suben son
hombres. Muchos dicen haber sido parte de una mara o pandilla, pero que ahora
están tratando de ganarse la vida de manera digna y trabajando. Ya sea que estén
vendiendo un dulce, lamparita, pidiendo dinero o haciendo entretenimiento en la
camioneta, casi nadie los ve a los ojos. Si les reciben el artilugio que
ofrecen para empezar, si les dan dinero o compran algo, casi nunca los ven realmente.
En esta ocasión, el primero en
subirse a la camioneta tenía una sonrisa y voz muy lindas; voz como para ser
locutor de radio. Estaba vendiendo engrapadoras y en su mano izquierda tenía un
anillo que parecía de matrimonio. El segundo, fue un hombre mayor que el
primero, con varios tatuajes en ambos brazos, hablando con mucha honestidad y
fuerza. Habló desde su transformación espiritual, diciendo “vine de la basura,
viví en la basura, soy basura; pero Dios puede usar eso…”. Contó que interactuó
una vez con uno de esos “millonarios de Tikal Futura” que le preguntó si tres
quetzales le eran suficientes, y que cuando él respondió que tres era mejor que
nada, el otro hombre le dijo que él se suicidaría si sólo tuviera tres
quetzales en la billetera. Compartió de la angustia cuando llega el recibo de
luz o la escuela, o si faltan 10 centavos para ajustar para el pasaje. El
tercero, con porte como de jugador de basketball, entró con un discurso personalizado,
diciendo, “Mirá, yo sé que vos me entendés como ser humano. Mis papeles están
manchados, igual que mi piel, y seguro si tuvieras una empresa no me darías
trabajo y por eso estoy vendiendo chocolates”. Los chocolates decían Hero en cursivas.
Me dejaron pensando en muchas
cosas, en los múltiples privilegios que tengo como mujer clase-mediera,
mestiza, urbana, con acceso a educación, trabajo… Yo puedo hacerme tatuajes
porque quiero y me gustan, y dentro de muchos espacios, no son barreras. Mi
piel no está “manchada”, y me han dicho en migración y otros espacios que “qué
lindo” mi tatuaje (es visible en mi brazo izquierdo). Duermo en una cama todos
los días, y si no duermo en la propia, es porque estoy viajando por trabajo o
placer. Puedo escoger cómo moverme según me convenga, y no pienso si tengo para
el pasaje (de bus, shuttle, taxi, avión). Pero sobre todo, me quedé pensando en
la basura… en que alguien diga, “soy basura”. No he dormido en un basurero, ni
crecido en uno, ni me he considerado una sola vez en mi vida “basura”. Aunque
tengo mucho por crecer y aprender, tengo salud emocional y mental.
Sé que vivimos en un país
violento, doloroso, desilusionado y roto. Sé que es difícil entablar diálogo
con el “otro” y la “otra”. Es difícil vernos a los ojos. He conversado con
varias personas en estos días, sobre cómo nos relacionamos a través de la
violencia principalmente. Un hombre en una librería me decía que el tejido
social en Guatemala se ha roto por diferentes eventos como la colonización y la
guerra, y que al ir intentando reconstruir este espacio social hemos ido
re-tejiendo con violencia (lo vemos hoy en eventos como el rechazo al
pluralismo jurídico o la violación de los derechos de las 41 niñas asesinadas
el 8 de marzo). Me siento llena de frustración, impotencia, angustia, enojo, y
quiero sobrepasar esto para no relacionarme con otrxs sólo desde la violencia o
desde el dolor.
Te invito a hacer un ejercicio.
Sea que caminés por la calle, tomés el bus, un taxi o un avión, hacé el
ejercicio de ver a las personas a los ojos. Ver lo hermoso de cada una, aunque
sea una sola cosa; hagamos el ejercicio. Si te cuesta ver la sonrisa pícara del
joven que se sube con su mochila de la escuela al hombro, o la trenza en la
cabeza de la señora que entrelaza perfectamente ébano y plata, tal vez fijate
en algo externo a la persona, como los zapatos recién lustrados del hombre o
los aretes de la patoja que brillan con cada movimiento del bus. Ya
después vas a poder ver una, dos, más bellezas de la persona en sí: camanances,
cejas, arrugas, lunares, miradas. Más adelante, podés hasta imaginar que tal
vez la persona se ve cansada porque está cuidando a su mamá que sobrevive un cáncer,
o que hoy está orgullosa porque logró hacerle cola a su hija sin jalarle tanto
el pelo, que lleva flores porque le gusta tener flores en la mesa. Imaginar que
es una persona igual que vos, que yo, con belleza a diferentes niveles, con
expectativas, necesidades, frustraciones.
¿Será que nos podemos entender como
seres humanxs? ¿Será que nos podemos ver más seguido a los ojos y vernos en otrxs
a diferentes niveles? ¿Será que a esx otrx que vemos le podemos ver sin hacerlx
sentir basura? ¿Sin generalizar sobre sus características basadas en
circunstancias? ¿Podemos relacionarnos más allá de la violencia e ir
sustituyendo esos hilos de violencia por hilos de empatía, diálogo, apertura? ¿Podemos
ver el “héroe” que hay en cada unx? No sé, pero vale la pena hacer el intento.
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A few days ago I got on a public bus at Trébol to get back from the
capital city to Antigua. As always, on the way and for a few minutes, there are
people who get on the bus selling something or asking for money. Although the ways
they talk are sometimes similar, there are always details of stories that are
different, and I’m left with impressions of the situations that take place in
these brief minutes of interaction. Many of the people that get on the bus are
men. Many say they were part of a gang, but that now they are trying to win
their daily bread in a dignified manner and working. No matter if they are
selling candy, a flashlight, asking for money or entertaining people on the
bus, almost nobody looks them in the eyes. If someone receives the gadget they
are offering to begin with, if they get money or someone buys something, they don’t
really see them.
On this occasion, the first one to get on the bus had a very beautiful
smile and voice; a voice to be a radio announcer. He was selling staplers and
on his left hand he was wearing a ring that looked like a wedding band. The
second one was an older man than the first, with several tattoos on both arms,
talking with a lot of strength and honesty. He talked from a spiritual
transformation point, saying “I came from the trash, lived in the dump, I am
trash; but god can use that…”. He said he had interacted with one of those millionaires
from Tikal future” (a mall) that asked him if three quetzales ($0.40) where enough,
and when he said that three was better than nothing the man said he would kill
himself if the only had that in his wallet. He talked about the anguish when
the electricity or school bills arrive, or if you are 10 cents short for the
bus ticket. The third man, with the body build of a basketball player, came in
with a personalized discourse, saying, “Look, I know that you understand me as
a human being. My papers are stained, just like my skin, and if you had a
company you would not give me a job, and that is why I’m selling chocolates”.
The chocolates said Hero in cursive.
They left me thinking about many things, in the multiple privileges I
have as a middle-class woman, mestiza, urban, with access to education, work… I
can get tattoos because I want to and like them, and in many spaces, they are
not barriers. My skin is not “stained”, and I’ve received “cute tattoo” comments
at immigration and other offices (very visible tattoo on my left arm). I sleep
in a bed every night, and if it’s not my own, it’s because I’m traveling for
work or pleasure. I can choose how to move around based on what’s convenient,
and I don’t even question if I have enough for my ticket (bus, shuttle, taxi,
plane). But above all, I kept thinking about the trash… in the fact that
someone says “I am trash”. I haven’t slept in a dump, have not grown up in one,
and have not considered myself trash ever in my life. Although I have many
things to learn and still grow, I have emotional and mental health.
I know we live in a violent country, a country that hurts, is disillusioned
and broken. I know it’s hard to dialogue with the “other”. It’s hard to look at
each other in the eyes. I have talked with several people in these days, about
how we relate with each other mainly through violence. A man at a book shop was
telling me how the social fabric has been torn in Guatemala by several events
like colonization and the war, and that in certain attempts to rebuild the
social space we have been re-knitting with violence (we see it in events like
the full rejection of justice pluralism o the violation of the human rights of
the 41 girls that were assassinated on March 8th). I feel full of
frustration, impotence, anguish, anger, and I want to overcome all this to not
relate with others only through violence or pain.
I invite you to practice an exercise. Be that you walk on the street,
take a bus, a taxi or a plane, do the exercise of looking at people in the
eyes. See the beauty in each person, even if it’s only one thing; let’s
practice this. If you find it hard to look at the rascal smiles on the young
man with his schoolbag on his shoulder, or the braid in the head of the lady
that interweaves ebony and silver perfectly, maybe notice en something external
to the person, like the recently polished shoes the man is wearing, or how the
earrings the young woman is wearing shine with each movement of the bus. Afterwards
you will be able to see one, two, more beauties of the person themself:
dimples, eyebrows, wrinkles, moles, looks. Further on, you can even imagine
that the person looks tired because they are taking care of their mother who is
surviving cancer, o that today they are proud for making their kid a ponytail
without pulling so much on the hair, that they are taking flowers home because
they like to see them on the table. Imagining that they are a person, just like
you, like me, with beauty at different levels, with expectations, needs,
frustrations.
Can we understand each other as human beings? Can we see each other in
the eyes more often and see ourselves in the others at different levels? Can we
see that other without making them feel like trash? Without generalizing about
their characteristics based on circumstances? Can we relate with each other
beyond violence and substitute those violence threads with empathy, dialogue
and openness threads? Can we see the “hero” that is inside everyone?
I don’t know, but it is worth trying.